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70ª Fráncfort, biografía de la madre de todas las ferias del libro con testimonios de sus visitantes (1)

Cada octubre el mundo de la industria editorial peregrina a la ciudad alemana donde se hacen fichajes, se pulsa el negocio y se avista el futuro del libro. Editores, agentes literarios y escritores reviven para WMagazín momentos clave de esta feria donde se decide gran parte de lo que leemos

Todo ha cambiado. O casi todo. En plena tormenta del mundo del libro una de las pocas cosas que permanece inalterable es la Feria del Libro de Fráncfort. Los vientos del futuro han jubilado modelos de negocio, han eliminado estrategias, han inoculado miedos diversos, han abierto nuevas vías de creación, de negocio y de territorios, pero no han podido borrar la ruta de peregrinación editorial hacia la ciudad alemana. Es más, la Feria parece reforzada en estos tiempos de incertidumbre analógica y digital.

Setenta ediciones cumple este 2018 como la madre de todos los encuentros profesionales del libro. Este año del 10 al 14 de octubre con Georgia como Invitado de Honor.

Todos los caminos cruzan por Fráncfort hasta donde peregrinan cada año más de 170.000 editores, agentes literarios, distribuidores, libreros, escritores y demás profesionales de este sector de 102 países. Varios de ellos, hispanohablantes, comparten con los lectores de WMagazín una historia o reflexión sobre la feria para crear una biografía coral que da cuenta de la magnitud de esta cita.

Sus testimonios muestran a un Fráncfort como el retrato de Dorian Gray, pero más eficaz porque sabe adaptarse a los tiempos, sabe adelantarse a las tendencias y convertirse en un mirador del libro del mañana. Si un editor o un agente literario ha de elegir una feria en el mundo para ir es casi seguro que elija Fráncfort. Porque aunque todo ha cambiado, y ya pocos negocios y fichajes se cierran allí, la feria es el momento de las grandes relaciones humanas, de la calidez, de estrechar lazos o de reanudarlos, de poner cara a la gente con la que el resto del año se ha hablado por email o teléfono y se convierte en la hora de compartir y brindar.

Durante cinco días, siete mil expositores y más de mil agentes literarios de todo el mundo, de unas 400 agencias, escenifican el negocio del universo del libro. Su agenda es un rosario de citas en despachos, estands, cafeterías, pasillos o incluso en las escaleras del hotel.

La Feria Internacional del Libro de Fráncfort es considera la más importante el mundo. Allí se decide en gran medida lo que se editará y leerá en los meses siguientes, puro negocio, puro comercio, pura industria, puro duelo de titanes por ofrecer de la mejor manera sus libros y escritores.

Todo se remonta a 1949 cuando 205 expositores alemanes se reunieron en la Paulskirche para la primera feria del libro de la posguerra. Pero, la tradición empieza muchísimo más atrás, en el siglo XV, cuando Johannes Gutenberg inventó la imprenta a pocos kilómetros de donde ahora el mundo del libro se arremolina para ver su presente y su futuro.

Así lo han vivido algunos de sus visitantes más frecuentes:

La agente literaria Carmen Balcells en uan de las ferias de Frácfort. /Fotografía cortesía Agencia Carmen Balcells

Balcells, testimonio y legado

Lluís Miquel Palomares Balcells, director de la Agencia Literaria Carmen Balcells:

«Mis más antiguos recuerdos de la Feria de Frankfurt son de la niñez. Mi madre, Carmen Balcells, me llevó con ella a la feria, y dormíamos en la misma suite, en el Frankfurter Hof. Ahí despachaba, que es una palabra que le gustaba mucho más que negociaba, con editores en la propia habitación, en el lobby o el bar. También, claro está, en nuestro estand en el recinto de la feria. Muchos contratos se cerraban allí mismo, la mayoría de las veces como culminación de una negociación a distancia, pero muchas otras también por el hechizo de la novedad, sacando la chequera al momento.

Eso me enseñó que, si bien las comunicaciones han mejorado muchísimo y la velocidad marca el ritmo de las gestiones, las principales ferias del mundo ofrecen una oportunidad inmejorable para afianzar las relaciones profesionales, tomarle el pulso al sector y a uno mismo: jornadas eternas, con editores, productores y agentes de todo el mundo, treinta minutos por cita, desayunando de más, mal comiendo y mejor cenando y bebiendo para dar a conocer al mayor número de países nuestra cartera de fondo y de novedades».

Todo empieza en el hotel Frankfurter Hof

Nuria Tey, editora en Penguin Random House:

«Me gustaría compartir lo importante que puede ser un espacio, en este caso un hotel, relacionado con el mundo del libro. Me refiero al emblemático hotel Frankfurter Hof. Un hotel que fue y sigue siendo un punto de encuentro obligatorio entre todos los profesionales relacionados con el mundo del libro. Desde hace más de treinta años se ha conseguido que el primer día de la semana de la feria, antes de la inauguración oficial,  sea el punto de reunión de editores, agentes literarios y scouts. Es también el hotel donde se alojan los escritores invitados lo que ha conseguido que grandes nombres de la literatura hayan pernoctado en el Frankfurter Hof . El martes de la feria el hotel está en su punto álgido. Se habilitan espacios impensables, se organizan citas a pie de escalera, se habilitan pequeños espacios para poder conseguir y compartir el máximo de información que permitirá a todos los profesionales ‘moverse’ con mucha más soltura en los días venideros. Cuando llegamos al tercer día, el tráfico del hotel sigue en auge ya que todas las tardes, en sus diversos salones, se organizan eventos que permiten una vez más el encuentro entre profesionales. Podríamos decir que una jornada en el Frankfurter Hof empieza con los desayunos, por lo general todos se convierten en citas profesionales, jornada de feria y tarde de cocktails, seguido de un espacio de tranquilidad a la hora de la cena para convertirse en punto de encuentro obligado para compartir copas hasta altas horas de la noche. Se ha dicho, y en algunos casos confirmado, que grandes reuniones del mundo editorial se han llevado a cabo durante la semana de la feria en el Frankfurter Hof.  Y la anécdota curiosa sería que en los últimos treinta años han cambiado muchísimas cosas pero este relato es de rigurosa actualidad».

Peregrinación y babel de lenguas

Manolo Ramírez, coeditor de Pre-Textos:

«La Feria del Libro de Frankfurt es una gran monstruosidad, agotadora. Una labor estrictamente de negocio editorial que puede quedar reducida a dos jornadas frenéticas durante las que se visita y se es visitado en el estand por cantidad de editores extranjeros. Lo más agotador, además de tener que desplazarse por esos inmensos locales, es cambiar de registro idiomático cada dos por tres. En cualquier caso, siempre resulta ser una experiencia positiva, aunque solo sea porque con el paso del tiempo uno haya hecho amigos  fuera y dentro del recieto ferial».

Cruce de editores del mundo

Marisol Schulz, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, FIL (México):

«Son muchos los recuerdos de Fráncfort a estas alturas de mi vida, y de mi trayectoria profesional. Ya olvidé cuántas veces he estado ahí. Comencé a ir en los años noventa y prácticamente ha sido un viaje constante el que he realizado, aunque desde distintas trincheras. Como editora, y particularmente como directora editorial, mi trabajo se centraba mucho en el salón de derechos, donde mi agenda se multiplicaba en citas con agentes literarios de distintas partes del mundo. Por lo general, era un trabajo de selección de catálogos, y de tratar de adquirir la novedad más candente. Claro, en tiempos previos a la generalización del correo electrónico y del WhatsApp, la comunicación era muy distinta, y las posibilidades de encontrar información también. Todo ha cambiado radicalmente. Tengo muchas anécdotas de Fráncfort, sobre todo relacionadas con la gente que iba y con quienes me he encontrado tantos años en otras ferias. El recuerdo de haber ido un mes después del 11 de septiembre de 2001, tras los trágicos acontecimientos del terrorismo en Nueva York, es muy vívido. Ese año la seguridad se incrementó, con mucha razón, sobre todo en los pabellones de Estados Unidos y Reino Unido. Algo se sentía en el ambiente. En el altavoz había información al respecto y justo cuando se cumplió un mes de los atentados se guardó un minuto de silencio. Pero Fráncfort es también lo que ocurre fuera del recinto ferial, en cócteles, cenas y el Frankfurter Hof. Esos son recuerdos muy gratos. Han cambiado muchas cosas pero la importancia de las ferias y del contacto humano no cambia. A veces se padecen pero siempre se gozan. Esa es la paradoja».

 

El Frankfurt del 11-S

Sergio Vila-Sanjuán, periodista y novelista, es autor del libro-reportaje  El síndrome de Frankfurt (RBA, 2007). Acaba de publicar Otra Cataluña. Seis siglos de la cultura catalana en castellano (Destino):

«Entre 1994 y 2015 cubrí habitualmente la Feria del Libro de Frankfurt para La Vanguardia y lo disfruté a fondo. El ingente volumen de actos, encuentros, presentaciones, fiestas y actividades y oportunidades varias me llevaron a pensar a menudo en un “síndrome de Frankfurt”, peculiar espíritu ferial por el que todo el mundo –editores, agentes, periodistas, libreros, curiosos- corren sin parar de un lado a otro pensando que van a llegar tarde y con la sempiterna ansiedad de que hagan lo que hagan, se están perdiendo algo.

Vi muchas cosas curiosas, pero en su conjunto la feria más extraña que viví fue la que se abrió pocas semanas después de los atentados del 11-S en Nueva York. El mundo del libro internacional estaba traumatizado, los editores estadounidenses se mostraban reacios a volar, y se barajó la idea de suspenderla. Finalmente los organizadores mantuvieron la convocatoria y el nuevo director, Lorenzo Rudolf, que sucedía al histórico Peter Weidhaas, dijo en su discurso de apertura que los valores que sustentaban el encuentro (libertad de expresión, diversidad de opiniones e intercambio de ideas) eran también aquellos contra los que habían atentado los terroristas.

Oficialmente hubo solo medio centenar de cancelaciones, pero una agente española me explicó que aquel año se había encontrado tantos huecos en su agenda que por fin después de muchos años podría hacer turismo por la ciudad. La seguridad se reforzó y por primera vez fueron establecidos registros obligatorios de bolsos y carteras a la entrada del Halle de los estadounidenses. Se respiraba inquietud y los corrillos nocturnos del Frankfurter Hof resultaban bastante más mustios de lo habitual. Fui a dar una vuelta por los estands de países poco amigos de Estados Unidos. Entre los editores iraníes me encontré división de opiniones sobre los atentados, desde quienes decían lamentarlos hasta defensores de la tesis de que en realidad los habían ejecutado los servicios secretos israelíes. Los editores pakistaníes renunciaron a comparecer.

Aquel año el Premio de la Paz vinculado a la feria fue para el filósofo Jürgen Habermas, que en la rueda de prensa definió el atentado contra las Torres Gemelas como ‘el primer acto violento con comunicación realmente global de la historia humana».

 

La cena

Ofelia Grande, editora de Siruela:

«Uno de los recuerdos más bonitos que tengo de Frankfurt es de una cena, el primer día de feria, en el año 2001. No sé por qué cuestiones del azar nos reunimos cinco amigos que no teníamos ningún plan para aquella noche y nos fuimos juntos a cenar al Steiner House. Lo pasamos muy bien ese día, tanto que nos emplazamos al mismo miércoles de feria, al año siguiente, para repetir esa cena en el mismo lugar. Y así lo hicimos. Todos llegamos acompañados de algún amigo, y al año siguiente cada amigo trajo a alguno más. Tres años después no había sitio para todos en el Steiner y, por sugerencia de Manuel Treviño, trasladamos nuestra cena a un lugar más grande, Zum Grauen Boch, El ciervo gris, un restaurante para turistas donde unos tipos tocaban el acordeón y nos hacían brindar con enormes jarras de cerveza. Empezamos a llamarla la cena del ciervo y durante 16 años la repetimos cada miércoles de feria. Tomábamos salchichas o Wiener Schnitzel, strudel de manzana y, sobre todo, nos divertíamos mucho. Autores, editores, periodistas, agentes, distribuidores, amigos, amigos de amigos… todos eran bienvenidos al ciervo. Muchos repetían pero siempre había alguien nuevo que se convertía de inmediato en uno más de esa especie de club improvisado que solo se reunía una vez al año.

Luego el tiempo y las circunstancias de unos y otros hicieron que un año no lo convocáramos. Y ahí quedó. En la memoria de feria de muchos de nosotros que tanto lo disfrutamos. Han sido muchos ciervos así que estoy segura de que algún día alguien lo retomará.

Pensando en ello mientras sobrevuelo Poitiers (acaba de anunciar el piloto) rumbo a Frankfurt, me cuesta creer que hayan pasado tantos años desde aquel Steiner de cinco. Sergio Vila-Sanjuán, Ramón Besora y yo misma que recordamos con emoción y cariño (como todos los recuerdan) a los otros dos que ya no no están: Jaume Vallcorba y Karmele Setién. Ciervos de honor y amigos de los de verdad. En su memoria brindaremos con una gran jarra de cerveza en esta feria y en las que vendrán».

De izquierda a derecha: John Naranjo, editor de Rey Naranjo; Jorge Herralde, fundador de Anagrama; y Lali Gubern, esposa de Herralde, en la Feria del Libro de Fráncfort.

Un puente entre libros y culturas

John Naranjo, editor de Rey + Naranjo:

«Casi toda mi vida he trabajado con libros. A los once años empecé mi secundaria en un taller salesiano de artes gráficas. Después hice Diseño Gráfico en la Universidad Nacional de Colombia y empecé un trasegar por agencias, periódicos y revistas, siempre vinculado al sector editorial. La Feria del Libro de Frankfurt para mí era misteriosa y lejana, antigua y ecléctica. Cuando con mi esposa y socia, Carolina Rey, fundamos nuestra editorial, nuestro primer objetivo  fue viajar a Frankfurt, con el propósito de internacionalizar nuestros contenidos. La primera vez que viajamos fue en 2010 y no hemos dejado de ir, pues es el centro y motor del mundo editorial. Allí te encuentras con los colegas y es un puente natural entre libros y culturas. Cada nuevo viaje es una aventura llena de historias y libros y a pesar de tener en la superficie un tinte comercial, es diversa y profunda, igual que los trabajadores del libro».

Puedes leer la segunda y última entrega en este enlace.

 

 

 

Winston Manrique Sabogal

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